El trabajo “ Hay un hombre en mi jardín” juega con la alteración de lo que comúnmente llamamos sombra, proponiendo con ello el desvanecimiento de lo que convencionalmente llamamos realidad. La dinámica inicial y lógica de la sombra , como espacio de exhibición de lo vacio de contenido, queda desplazada cuando, interrumpiendo un jardín oscuro, vacio despoblado , surge la siempre provocadora fisura. En el abismo de lo oscuro, fluye la existencia para que surja un espacio de realidad , que valorizado, brota dentro de la desplazada sombra.
El deslizamiento , a la vez natural y furtivo, que este trabajo nos hace experimentar, desde el común relato de lo oscuro hacia otros estratos de la(s) realidades(s), hacia el sitio donde está esperando la otredad vertiginosa, sólo puede ser sentido y seguido por aquellos que estén dispuestos a renunciar a lo lineal, y , lejos de ensimismarse en lo insólito, deseen asumir que, si algo es indudable en esta propuesta, es la posibilidad de una nueva visión de los seres y de las cosas, otra posibilidad de vivir el espacio y la materia.
La existencia es celebrada, como diría Olga Orozco, en su desproporción y su desorden; provocada, con el insulto de trozos de desconcierto, de vida, de penumbra.
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